Asunción Balaguer se confiesa en “EL TIEMPO ES UN SUEÑO” – Teatro del Mediterráneo

María Asunción Balaguer es una personalidad señera del teatro español. Formó parte de la mítica compañía de “Lope de Vega“, que dirigía Tamayo y que dio al público de los años cincuenta y sesenta la posibilidad de acercarse a unos textos que en aquella época representaban una ventana tanto al teatro de calidad que se hacía fuera del país, como el teatro clásico español del Siglo de Oro. Ella compartió la escena con una gran generación de actores y actrices, la mayoría de ellos ya desaparecidos, que dieron lo mejor de sí en una época difícil para la cultura teatral española. Lo hicieron con un estilo y un código ético repleto de inocencia, entusiasmo y amor al teatro. “El tiempo es un sueño” es un espectáculo unipersonal donde esta actriz recrea sus vivencias: su infancia en Manresa bajo el auspicio cultural de la recién creada república, una arrogante heroína tocada con el gorro frigio y envuelta en la bandera tricolor.

Las sonatas al piano de su madre, los primeros juegos teatrales ante “una presencia“ creada por su desaforada imaginación infantil y el recuerdo de un rosario de estaciones que recorría el trenecito que la llevaba al mar, abierto a las nubes de la Barceloneta de los años treinta.

El paisaje de la memoria, convertido en territorio mítico, que ella indaga con el valor y la sinceridad de una actriz veterana , dispuesta a dar al público el tesoro de sí misma en un acto confidencial, avalado por la experiencia de medio siglo sobre la escena.

De la mano de los personajes con los que se hizo actriz, recordando los fragmentos más significativos de aquellos textos en los que descubrió la magia del teatro: María Estuardo de Schiller, Nuestra ciudad de Torthon Wilder , y especialmente la protagonista de El tiempo es un sueño de Lenormand; de la que toman el título y que articula en torno a sí todo este universo de recuerdos, Asunción llega entonces, al encuentro con Paco Rabal en el patio de butacas del desaparecido teatro Cómico, bajo la luz íntima de las lámparas de ensayo. Su mirada sobre el que fuera tantos años su compañero en los caminos de la vida y del arte expresa la ternura, el lirismo, la intensidad dramática y sobre todo, mucho sentido del humor, fruto de un don candoroso y una destreza especial para crear con el público la proximidad y la complicidad de la comedia.

Picasso, Alberti, Buñuel y otros muchos personajes emblemáticos de la cultura del siglo XX desfilan por estas memorias junto a otros anónimos de la picaresca bohemia del “Café Gijón “ de los años sesenta y setenta.